Nació en un pequeño pueblo de Rumania llamado Onești, el 12 de noviembre de 1961. Su madre le puso el nombre “Nadia” inspirado en un personaje de una película rusa pero jamás imaginó que años más tarde ese nombre haría historia en el mundo de la gimnasia.

A los 6 años, fue descubierta haciendo volteretas en el patio de su escuela por el entrenador Béla Károlyi, quien había abierto la Escuela Experimental de Gimnasia de Onești y no tardó en reclutarla para su equipo juvenil.
Fue así como empezó a practicar con Marta Károlyi, esposa de Béla, entrenaba entre cuatro y seis horas por día, seis días por semana. Durante los primeros años de entrenamiento, Nadia tuvo una exigencia de otro nivel, lo que la llevo a no vivir plenamente su infancia por la alta presión de Béla.
Su primera competencia internacional fue en 1975 en Noruega, donde consiguió cuatro medallas de oro, pero su gran estrellato fue en los Juegos Olímpicos de Montreal, a sus 14, donde no solo brillo por su rutina, sino que destacó por su perfección en las barras asimétricas.
Es asi como en Julio de 1976, Nadia impresiono a todos los aficionados realizando una rutina limpia, elegante y perfecta. Sentí que había hecho una buena rutina… no me importó mirar el marcador… hasta que escuché el ruido en la arena.

El marcador electrónico mostró un “1.00”. Nadie entendía qué había pasado, fue entonces que los jueces explicaron. El sistema no estaba programado para mostrar un 10.0, porque nunca se había considerado posible. Pero Nadia lo había logrado.

Ese fue el primero de siete dieces perfectos que obtendría en esos Juegos. Ganó tres medallas de oro, una de plata y una de bronce y sobre todo, escribió su nombre en la historia del deporte para siempre.
Al volver a Rumania, fue recibida como una heroína nacional, pero también fue usada por el régimen de Nicolae Ceaușescu como símbolo de propaganda. A pesar de su corta edad, fue obligada a continuar entrenando con más intensidad, a menudo con lesiones y bajo un control extremo.
En 1977, participó en la Copa del Mundo en Londres, donde volvió a destacar, aunque ya se notaban los efectos del agotamiento. Nadia sufrió una de las experiencias más duras de su carrera, se cayó de las barras asimétricas. Me caí, sí. Me dolió el cuerpo, pero más el orgullo. Sentía que había decepcionado a todos.
En 1979 demostró que su talento y disciplina seguían intactos durante el Campeonato Mundial de Gimnasia Artística en Fort Worth, Texas (EE.UU.), Nadia volvió con más fuerza y madurez.Ayudó a Rumania a ganar la medalla de oro por equipos, aunque no ganó el all-around individual por una fiebre que la afectó durante la competición pero su desempeño fue clave para su Regreso Triunfal.

Con 18 años, participó en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 donde ganó 2 medallas de oros en viga y suelo, 2 medallas de platas en equipo y all-around, compitiendo ya con un estilo más maduro y fuerte. Su actuación fue excelente, pero se vio opacada por problemas políticos, decisiones de jueces y un tratamiento desigual. En Moscú, todo era más político. Ya no era solo gimnasia.
Nadia Comăneci se retiró oficialmente en 1984, a los 22 años. Sabía que mi cuerpo ya no podía más, pero sobre todo, mi mente necesitaba paz, el retiro llegó en un momento donde la presión política del régimen comunista rumano era insostenible. Nadia ya no disfrutaba del deporte con libertad.