Soñaba en ser yo

Dentro de la vida de todos aquellos que aman el fútbol, existen grandes historias de vida y cómo estas mismas marcan la vida de los que sueñan en grande, tienen una meta y construyen una historia.

Y esta es la historia de Franklin, quien desde muy pequeño sabía que el fútbol era más que patear un balón. Tenía un objetivo claro y siempre supo que su vida estaría ligada a una cancha y un balón para siempre. Lo que era un sueño se convirtió en una realidad y, posteriormente, pasaría a vestir un uniforme azul con un sello que marcaría su vida para siempre.

Desde su infancia, donde veía transmisiones en la TV de personas jugando, soñaba con correr y pisar grandes estadios verdes, ser aplaudido por las personas. Pero su historia empieza en la calle, donde jugaba junto a sus hermanos, y recuerda que su primer equipo fue un partido con los vecinos. “Para nosotros los futbolistas, esa es la primera academia, la calle, de ahí nace todo”, relata mientras recuerda sus primeros partidos y los arcos de piedra.

Su mayor apoyo fue sus padres y hermanos, quienes siempre lo apoyaron. Pero en toda gran historia hay obstáculos. Franklin relata que uno de los retos que enfrentó fue el tema económico, el contexto social al que tenía que adaptarse, nuevos compañeros, nuevos lugares, pero sobre todo, menciona que le afectó no estar cerca de su familia, a pesar de estar haciendo lo que le gusta.

Un nuevo capítulo

Pero el verdadero reto empieza con un viaje a Quito, donde llegó a media temporada en septiembre. Ahí menciona que conoció a Gabriel Yépez, entrenador de primera división, pero no empieza como jugador, sino que empieza pasando balones. Lo incluyó en algo así como dentro del equipo técnico y, a la vez, lo dejaba entrenar. Pero una tarde cambió el rumbo de la historia.

Recuerda cómo una mañana iba a ver los entrenamientos de primera. Iba dos horas antes de entrenar: “Entrenábamos a las 11 y yo estaba ahí a las 8 viendo lo que entrenaba primera”.

Entonces optó por quedarse ahí y dijo “Estoy entrenando bien, el profe me lleva a los partidos amistosos y todo”. Luego de esa corta reflexión, vio mucha basura en el estadio San Vicente, había muchas botellas, por lo que Franklin optó por recogerlas, fue entonces cuando el profe lo llamó y le dijo: “Te voy a inscribir, mañana tráeme los papeles.”

Franklin recuerda con mucha alegría ese momento de oficialmente pertenecer a un club profesional y narra cómo fue a una “cabina” y realizó una llamada a su mamá dándole la noticia. ”Mamá estoy en el equipo”, en ese momento sabía que todo esto era más que pertenecer a un club, era un sueño hecho realidad y ahora pertenecía al CLUB DEPORTIVO ESPOLI.

Una de sus experiencias más inolvidables es cuando lo llamaban “Fary, muchacho humilde”. Franklin era callado y cuenta cómo los profes lo querían por ser humilde y trabajador, y en varias ocasiones lo ponían de ejemplo.

Un partido que siempre recuerda es ante Aucas, fue el partido donde mejor desempeño tuvo. «Todos los balones caían a mi pie, no pasaba nadie por ahí, todos los balones que iba a disputar, quitaba, salía limpio, podía desbordar, podía dar un pase”, y recuerda cómo uno de sus pases llegó a C. Jama y terminó en gol. En el segundo tiempo estaba tan animado que no sentía cansancio.

“Era una máquina.”

Franklin menciona que durante esta etapa hubo momentos donde la competencia prevalecía, al ser fútbol profesional.

El momento en que Franklin se retira de esta etapa es cuando tuvo roces con uno de sus compañeros, que al ser afroecuatoriano se sentía superior. Franklin no dejó que lo intimidaran y menciona: “Cuando disputaba el balón con él, era a morir y nunca me dejaba.” Recuerda cómo, al querer molestarlo, lanzó un balón que terminó impactando al entrenador, lo que provocó su reacción y terminó eliminándolo del equipo.

Al abandonar el club, pasa a manos de otro club, Cotopaxi, quien ya tenía en la mira a Franklin, y es así como termina jugando en Latacunga, pero ahora en segunda división. Acaba la temporada y regresa a Espoli, lo rechaza el entrenador y regresa a Otavalo, donde descansa un año y lo fichan en Deportivo Otavalo, donde jugó dos años con el equipo.

Junto a Walter, su hermano, tenían planeado jugar en el Club Deportivo Teodoro Gómez de la Torre, pero optó por un cupo en la universidad y decidió dedicarse a la vida universitaria, y así termina su etapa de fútbol profesional.

Como era fiel a lo que le gustaba, decidió continuar con un área acorde a sus capacidades e ingresa a la carrera de Educación Física y Entrenamiento Deportivo.

Recuerda las palabras de un profesor, donde menciona. “Un entrenador, para ser entrenador, primero tiene que ser profesor de Educación, luego entrenador.” Recuerda esas palabras y hoy en día, continúa como docente y entrenador.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Andú Radio – Irreverente como tú

clic en la imagen para escuchar nuestra radio

Sponsors